martes, 4 de septiembre de 2012

EL PASEO. Forma parte del proyecto colectivo EL ÚLTIMO VERANO. NOPHOTO.

Hoy es uno de septiembre, primer día del calendario laboral 2012-2013. Declaro, conjurando aquellas célebres palabras del escritor Robert Walser, “que es una hermosa mañana y que me viene en gana dar un paseo (…) Que me encuentro en un estado de ánimo romántico-extravagante que me satisface profundamente”, por lo que me he propuesto caminar hasta un parque cercano con la intención de permitir vagar libremente a mis pensamientos por si me asaltara alguna idea aprovechable de cara a la temporada que hoy empieza.
Aún no he recorrido la avenida que da acceso a los jardines del parque, cuando me sale al encuentro un joven vestido con indumentaria de torero: pantalón ceñido, chaquetilla y medias. La circunstancia es tan insólita, que me dispongo a formalizar un retrato del joven. “¿Podría -pregunto con timidez- hacerte una fotografía?”
Mientras compongo el retrato, cavilo sobre las circunstancias que han traído a este torero -si lo es- hasta el parque. Me pregunto si ha tomado conciencia -como yo he tomado- de que hoy es el primer día del mes de septiembre y ha venido -igual que he venido yo- a reflexionar sobre sus circunstancias y su futuro inmediato. Me inquieta entonces imaginar que en el retrato del chico pudieran quedarse grabados sus pensamientos. Que del mismo modo en que la cámara registra cada costura de los bordados de su camisa barroca, se dibujen con idéntica nitidez los pliegues de los desvelos instalados en el interior de su cabeza.
“¿Quedan fotografiadas las preocupaciones dentro de la cavidad ósea del cráneo?” -me pregunto en voz baja-.
Tras la brevísima sesión de fotos me descubro desbordado por este asunto: el de las ideas fotografiadas. Ahora contemplo a los demás paseantes del parque con otros ojos: Un hombre se ha abrazado a un árbol, “¿porqué lo hace? ¿en qué pensará?” Una pareja que camina cogida del brazo se ha detenido a la sombra de un seto. El hombre se ha percatado de que les fotografío. Ella no. La mujer parece que está contemplando otro universo, el paisaje del lado anverso del rostro, un horizonte de manifestaciones por debajo de la bóveda del cráneo.
Y es que hoy no es cualquier día. Es día uno del mes de septiembre: Suben el IVA y el IRPF, entra en vigor una violenta reforma sanitaria… Veo a un padre con su hijo en brazos e imagino que estará valorando el encarecimiento de los productos y servicios escolares, los importantes recortes en becas y ayudas para la enseñanza pública. A todo esto hay que sumar las otras ansiedades que nos ocupaban con anterioridad: el abaratamiento del despido, el copago, el endurecimiento de las prestaciones por desempleo… En fin, que la realidad deviene cada día más tóxica y hostil para todos.
“Soy actor” -me confiesa el chico del traje de luces cuando me ve salir del parque-.
“Mucha mierda” -le respondo-.









lunes, 3 de septiembre de 2012

ESTO SÍ ES UN PAISAJE. Forma parte del proyecto colectivo EL ÚLTIMO VERANO. NOPHOTO.


El “paisaje”, antes de adquirir un significado estético, tenía un sentido jurídico y político. Fue en el siglo XVII cuando se hizo clásica la fórmula de representar un territorio desde un punto de vista elevado, lo que evolucionaría hacia una progresiva estetización del mundo. Pero antes de imponerse esta norma, el paisaje era la provincia, la región. Algo equivalente a lo que nosotros hoy consideramos la comunidad. Es decir, no solamente comprendía la descripción de las propiedades físicas de un lugar, era al tiempo una transcripción de sus recursos humanos y económicos.
¿Y a cuento de qué viene esto?
La primera obligación del fotógrafo consiste en detectar aquellos signos que nos permiten descifrar el mundo en el que vivimos. Algunos historiadores han señalado que leer el paisaje constituyó tiempo atrás un patrimonio común. Artistas, filósofos, arquitectos, médicos, ingenieros, geógrafos… todos compartían una misma percepción de la realidad, se puede decir que participaban de una análoga actitud cognitiva frente a los signos del mundo. Por esta razón el “paisaje” era una idea completa, capaz de integrar aspectos naturales (árboles, rocas, ríos) y aspectos humanos (sanidad, trabajo, economía). Hoy día, los signos del mundo están desparramados. A esta circunstancia -el desparrame de los signos- se le puso el nombre de Postmodernidad y su paisaje comenzó a representarse roto en mil pedazos (René Magritte lo pintó en 1933 como los trozos de cristal de una ventana hecha añicos). Podemos suponer que hoy leer el paisaje resulta mucho más difícil de lo que era entonces. Que nuestro panorama actual es una enorme montaña de escombros y que el trabajo del fotógrafo consiste en disgregar aquellos componentes de información con valor paisajístico (esto es: económico, político, ideológico), frente a lo que no son más que restos de materia insubstancial en descomposición.
En esta ocasión, me ha parecido oportuno incluir este gráfico publicado el jueves pasado en el diario El País. La noticia -os podéis imaginar- hacía referencia a la crisis alimentaria y se pronosticaba otra hambruna en el Cuerno de África. No es una pintura. Tampoco es una fotografía. En la imagen no vemos ningún elemento de la iconografía paisajística convencional: valles, montañas, bosques y acantilados. Sin embargo se perfila con claridad el horizonte de lo que tenemos por delante.
Esto sí es un paisaje. Podemos decir haciendo un guiño al ya mencionado René Magritte, que lo pintó todo.